viernes, 22 de marzo de 2013



LA CULTURA COMO IDENTIDAD Y LA IDENTIDAD COMO CULTURA POR GILBERTO GIMENEZ DEL INSTITUTO DE INVESTIGACIONES SOCIALES DE LA UNAM.

Se definirá la cultura, la identidad y el multiculturalismo. La identidad se define por sus límites y no por el contenido cultural y entre sus funciones principales es marcar fronteras entre un nosotros y los otros, y no se ve de que otra forma podríamos diferenciarnos de los demás si no a través de una constelación de rasgos culturales distintivos.
                                           
Diversos autores definen la cultura como “modelos de comportamiento”, “pautas de significado” o “hechos simbólicos”. Max Weber (1992), señala que la cultura se presenta como una “telaraña de significados”, que nosotros hemos tejido a nuestro alrededor y dentro de la cual quedamos ineluctablemente atrapados. La cultura no debe entenderse como un repertorio homogéneo, estático o inmodificable de significados. Pero no todos los repertorios de significados son culturales, sino sólo aquellos que son compartidos y relativamente duraderos.

Si observamos con cuidado a nuestro alrededor, nos daremos cuenta de que estamos sumergidos en un mar de significados, imágenes y símbolos, a veces ampliamente compartido en nuestro entorno, nuestro país y nuestra familia, nuestra casa, nuestro jardín, nuestro automóvil y nuestro perro, lugar de estudio, de trabajo, de música preferida, novias, amigos y entretenimiento, iglesia y creencias religiosas, incluso nuestro partido de fut bol e ideologías políticas. A esto se le conoce como nuestro entorno cultural.

Sin embargo obras de arte, ritos y danzas, en nuestro “habitus”, se le llaman simbolismos objetivados, o culturas públicas, o formas interiorizadas o incorporadas a la cultura.

La cultura desde el punto de vista de los actores sociales que la interiorizan, o la incorporan y la convierten en sustancia propia, se podría señalar que entonces no existe cultura sin sujeto ni sujeto sin cultura.

La cultura es la organización social del sentido, interiorizado de modo relativamente estable por los sujetos en forma de esquemas o de representaciones compartidas y objetivada en formas simbólicas, todo ello en contextos históricamente específicos y socialmente estructurados, porque todos los hechos sociales se hallan inscritos en un determinado contexto espacio-temporal.

La identidad no es más que la cultura interiorizada por los sujetos, considerada bajo el ángulo de su función diferenciadora y contrastiva en relación con otros sujetos.

La identidad es un concepto que se ha impuesto masivamente en las ciencias sociales a partir de los años ochenta y noventa. El problema es que en México, suelen utilizar el concepto sin preocuparse por definirlo se observan las siguientes frases “cultura de la violencia”, “narco-cultura”, “cultura del no pago”, parece que todo está dotado de identidad, desde la ciudadanía, abstracta hasta los parques públicos.

                   
                                        
                                    
Existe otra sociología literaria que Bourdieu llama “efecto de teoría”, donde algunos literarios, señalan que hablar de la “psicología del mexicano”, o “psicología de la mujer”, o “psicología de la juventud” parece una aberración sociológica porque se está hipostasiando y psicologizando, agregados estadísticos que no pueden ser tratados como actores sociales.  No existe la psicología del mexicano ni mucho menos.

Por lo anterior mencionado es importante recordar cuales son los parámetros fundamentales que definen a un actor social.

·         Todo actor ocupa siempre una o varias posiciones en la estructura social.
·         Ningún actor se concibe sino en interacción con otros, sea en términos inmediatos, como un vecindario o a distancia, por ejemplo cuando se comunican por internet.
·         Todo actor social está dotado de alguna forma de poder.
·         Todo actor social está dotado de una identidad.
·         Todo actor social también tiene un proyecto es decir un prospecto para el futuro.
·         Todo actor social se encuentra en proceso de socialización y aprendizaje.

Identidades individuales: El problema de identidad puede ser abordado a escala de los individuos o a escala de grupos u otros colectivos. En la escala individual, puede ser definida como un proceso subjetivo y frecuentemente auto-reflexivo por el que los sujetos individuales definen sus diferencias con respecto a otros sujetos mediante la auto asignación de un repertorio de atributos culturales generalmente valorizados y relativamente estables en el tiempo.

La identidad de un sujeto se caracteriza por la voluntad de la distinción, demarcación y autonomía con respecto a otros sujetos, diremos que se trata de una doble serie de atributos distintivos, de naturaleza cultural. Como son:
·         Atributos de pertenencia social
·         Atributos particularizantes que determinan la unicidad idiosincrásica del sujeto en cuestión
Por lo tanto la identidad de una persona contiene elementos de los “socialmente compartido”, resultante de la pertenencia a grupos  y otros colectivos y de lo “individualmente único”. Los elementos colectivos destacan las semejanzas, mientras que los individuos enfatizan las diferencias, pero ambos se conjuntan para constituir la identidad única, como multidimensional, del sujeto individual.

Las personas también se identifican y se distinguen de los demás entre otras cosas, por los atributos que podríamos llamas “caracterológicos”, por su estilo de vida reflejado principalmente en sus hábitos de consumo, por su red personal de relaciones intimas, por el conjunto de objetos entrañables que poseen y por su biografía personal incanjeable.


                      


Los estilos de vida se relaciona con las preferencias personales en materia de consumo, donde el presupuesto subyacente es el de que la enorme variedad y multiplicidad de productos promovidos por la publicidad y el marketing, que permiten a los individuos elegir dentro de una amplia oferta de estilos de vida.

La auto identificación del sujeto tiene que ser reconocida por los demás sujetos con quienes interactúa para que exista social y públicamente, por que como señala Bourdieu “el mundo social es también representación y voluntad y existir socialmente también quiere decir ser percibido como distinto.

El fenómeno del reconocimiento es la operación fundamental en la constitución de las identidades. En buena parte señala Pizzorno, nuestra identidad es definida por otros, en particular por aquellos que se arrogan el poder de otorgar reconocimientos “legítimos” desde una posición dominante, por ejemplo en los años treinta lo importante era cómo las instituciones alemanas definían a los judíos y no cómo éstos se definían a sí mismos (Pizzorno, 2000).

La identidad de los individuos resulta siempre de una especie de compromiso o negociación entre autoafirmación y asignación identitaria, ente autoidentidad y exoidentidad. De aquí procede la distinción entre identidades internamente definidas, que algunos llaman, identidades privadas, e identidades externamente imputadas, también llamadas “identidades públicas”.

La identidad colectiva se concibe como un conjunto de prácticas sociales que :
·         Involucran simultáneamente a cierto número de individuos.
·         Exhiben características morfológicas similares en la contigüidad temporal y espacial.
·         Implican un campo de relaciones sociales, asi como también
·         la capacidad de la gente involucrada para conferir un sentido a lo que está haciendo o va a hacer.

Las acciones colectivas suponen actores colectivos dotados de identidad, porque de lo contrario no se podría explicar cómo adquieren intencionalidad y sentido.

Los elementos principales de identidad colectiva implican definiciones cognitivas concernientes a las orientaciones de la acción, estos elementos son incorporados a un conjunto determinado de rituales, prácticas y artefactos culturales, todo lo cual permite a los sujetos involucrados asumir las orientaciones de la acción.

La identidad colectiva define la capacidad para la acción autónoma así como la diferenciación del actor respecto a otros dentro de la continuidad de su identidad.

Los grupos étnicos, puede y suelen modificar los rasgos fundamentales de su cultura manteniendo al mismo tiempo sus fronteras, es decir sin perder su identidad. Un grupo étnico puede adoptar rasgos culturales de otros grupos, como la lengua y la religión y continuar percibiéndose como distinto de los mismo. Por lo tanto la conservación de las fronteras entre los grupos étnicos no depende de la permanencia de sus culturas.

El investigador no debe preguntarse ahora cuáles son los rasgos culturales constitutivos de una identidad étnica, sino cómo los grupos étnicos han logrado mantener sus fronteras (las que los distinguen de los otros) a través de los cambios sociales, políticos y culturales que jalonaron su historia. Esta situación como señala Barth no solo es válidad para pensar las identidades étnicas, sino para cualquier tipo de identidad.

Las culturas están cambiando continuamente por innovación, por extraversión, por transferencia de significados, por fabricación de autenticidad o por “modernización”, pero esto no significa automáticamente que sus portadores también cambien de identidad.

Lo interesante de esta situación es que no hay razón para empeñarnos solamente en mantener incólume, muchas veces con mentalidad de anticuarios, el “patrimonio cultural” de un grupo o las tradiciones populares contra la voluntad del propio grupo, so pretexto de proteger identidades amenazadas. Esto no depende del repertorio cultural vigente en un momento determinado de la historia o del desarrollo social de un grupo o de una sociedad, sino de la lucha permanente por mantener sus fronteras, cualquiera sean los marcadores culturales movilizados para tal efecto.


                      

Multiculturalidad: este término se utilizo en Québec en los años 60, cuando el gobierno canadiense, para  denotar las tres entidades sociales de la federación, la anglófona, la francófona y la de los aborígenes (indios, mestizos u otros). A partir de Azurmendi (2002), el multiculturalismo afloró a las aulas universitarias como asunto relativo a unas minorías culturales cuyos derechos no se satisfacían.

Las raíces intelectuales del multiculturalismo pueden detectarse ya mucho antes, cuando la cuestión de la diferencia se abrió camino al pensamiento occidental, a raíz de cambios de gran envergadura como la contestación de la cultura tradicional, la emergencia de movimientos sociales que promovían estilos de vida alternativos, las reivindicaciones étnicas y nacionalistas, la intensificación de los fenómenos migratorios y la globalización. Estos cambios colocaron en crisis la homogeneidad y la universalidad de las estructuras y de las representaciones de la sociedad. En consecuencia, se produjo un tránsito de la unicidad a la diferencia que provocó el surgimiento de un conjunto de problemáticas políticas y especulativas.

La idea que subyace en el multiculturalismo es la necesidad de reconocer las diferencias y las identidades culturales. Pero no se puede pasar por alto que el multiculturalismo también puede funcionar como una ideología que encubre las desigualdades sociales (étnicas, de clase, etc), debtro del ámbito nacional bajo la etiqueta de “diferencias culturales”, lo que permite al estado eludir con buena conciencia sus responsabilidades redistributivas.

¿Cuál es la situación de México con respecto al multiculturalismo así entendido?. En el caso de México, solo puede tener sentido en relación con la persistencia de las culturas étnicas dentro del conglomerado nacional y no con los fenómenos migratorios como Europa. Desde finales de la revolución mexicana, la composición multicultural del país, particularmente en términos étnicos, ha registrado una diferencia al multiculturalismo europeo, donde la pluralidad de las culturas esta doblada por una profunda desigualdad entre las mismas.

Diversas acciones de la política pública de Estado en México, han dejado de realizar acciones, con respecto a la multiculturalidad, la cual han reducido a las comunidades zapatistas lo relativo a la organización y la cultura hasta el punto de permitirles instauran instituciones inéditas como las Juntas del Buen Gobierno. Ante esta situación el estado ha perdido la oportunidad de encarar una auténtica política multicultural más alla del mero reconocimiento jurídico, al negarse a reconocer los acuerdo de san Andrés y otras demandas parecidas de los pueblos indígenas.

                               












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